Por respeto a nuestra amistad y a tus miles de lectores, no te llamaré en público como te llamo en privado, esto es, como en la redacción en la que nos conocimos y que dejamos de compartir en 2012, hace uf, ya 10 años.
En cinco horas me leí tu Perder, una novela de autoficción donde una historia sirve como recurso para contar otra, la buena. Por eso entre campnous y declaraciones de jugadores busqué tu razón para abrirte en canal, con lo reservado que tú eres menos para gritar gol y que se rajen todos los cristales. Me refiero a el por qué y el por qué ahora. Ya estaba claro que no ibas a escribir sólo sobre fútbol, que eso ya lo haces cada día, y encima colando a Dostoyevski y logrando que quede bien.
Página 10. «Y las crónicas, que para eso estaba allí. Las mismas por las que tanto sufrí. Llegué a amarlas con más desesperación que devoción. También las desprecié. Por algo eran artefactos hechos para la tortura. Aquellas maquetas en blanco, donde los diseñadores, dictatoriales, esperaban que escribiéramos evangelios de 5.000 caracteres a la velocidad de la luz, eran el único lugar donde se podía liberar demonios«.
Luego lo de Cornellà y los malos recuerdos del barrio de Sarrià. «De niño solía acompañar a mi madre hasta allí porque, al menos una vez a la semana, llevaba pescado fresco a una de aquellas casas señoriales. Los burgueses no pisaban mi barrio, Y mi madre entraba y salía por la puerta de servicio. Como los perros, no podía compartir según qué privilegios con los amos«.
Ahí está, y no era el fútbol: la deprimente arrogancia de quienes sólo tienen dinero y fama, el clasismo, la dank submission de la precariedad laboral, el control y el autocontrol, la autocensura, el miedo, la pérdida de la ilusión y ser más pobres que nuestros padres. Y lo bien que retratas a los peores y sobre todo tu manera de elevar a los mejores. Estabas en el escenario de la Casa del Llibre de Rambla de Catalunya presentando tu Perder con tu familia, amigos y muchos compañeros periodistas y fotógrafos cuando dijiste que «nosotros tenemos algo que ellos no tienen, que es la escritura«. Y así es como has hecho danzar a chulos y mediocres para recordarnos lo que no hay que ser.
Luego más: «El nuevo periodismo, en vez de ir a buscar las noticias, prefiere esperar a que ocurran. Por eso cada vez menos reporteros salen de las redacciones. Sus jefes se sienten más seguros dejando a todos ellos frente a sus ordenadores, preparados para ser los primeros en cazar un tuit, en publicar cualquier pseudonoticia sin contrastar, en ganar la guerra del posicionamiento cibernético. Siempre con el clic por bandera«.
He creído reconocer a alguien familiar detrás de Fermín, Isma, Carolina, Mari Paz, Joan Manel y Quique y en ese de política que escribe como los ángeles. Seguro que tiene un poco cara de perricerdo.
Y también ahí está, y no era fútbol. Tu periferia, tu revolverte hacia quien desprecia el esfuerzo y al mismo tiempo prohíbe el fracaso -¿cómo se conjuga esto?-, matar a nuestros monstruos para no ser como ellos, esa amistad que florece sobre el amor insuficiente, y sobre todo y por encima del fútbol ahí está el ser periodista, unos pajarracos curiosos que sufren de un idealismo algo naiv sin el que a veces no podrían olvidar que son acechados por muchas de las peores cosas del mundo.
Tu libro debería recomendarse el primer día de primero de Periodismo junto con aquello de que «el periodismo es un océano de un dedo de profundidad» –«il piridismi is in icíino di in didi di prifindidid»– y que cada cual escoja su propia aventura. Pero no creas que todo esto es un masaje. Tus gustos musicales son espantosos.
Quizá perder no sea tan terrible, porque lo de ganar está demasiado desdibujado últimamente. ¿Qué es ganar? ¿Un rapero en una piscina rodeado de culos? ¿O la hipoteca, los niños, el perrito, el abrelatas eléctrico (vintage Trainspotting references always welcome), las cuentas en rojo, el terror a ser despedido mañana, el diazepam para aguantar mental y físicamente tu tinglado y -con suerte- un triple bypass a los 58? Yo creo que ganar es otra cosa, pero esto no va de mí. Para los hinduistas, por ejemplo, la destrucción es una potentísima fuerza creadora.
Terminé tu libro de madrugada y se me hizo corto. Nos has atrapado a todos y para siempre en tu mundo perdido y solo por eso ya hemos ganado. Y tú también. Gracias por haberlo escrito. Paradise isn’t lost, it was hiding all along.